-Me da gracia que me digas criatura- reí en cuanto lo escuché, me hacía sentir una niña pequeña que me llamara así. No me molestaba solo me sonaba gracioso. Mis ojos azules se enfocaron por unos segundos en los suyos, como si quisiera leerle la mente cosa que yo no podía hacer.
Ya era tarde -tengo que volver a mi reino, el deber me llama- reí -nos vemos- susurré y le rozé con suavidad el hombro cuando pasé a su lado para irme de allí