Dunas Argón

Las sofocantes e insoportables dunas, las temperaturas son demasiado altas y el desierto parece no tener fin. Ten cuidado si eres un varu y te pierdes, pues podrías morir.

Llegué en mi forma dragónica al desierto de sal, provocando que mucha de la arena en el desierto volase formando un pequeño tornado que se devaneció al poco al entrar en contacto en el suelo. Volví a mi forma humana en lo alto de una gran duna, mirando a lo lejos de esta duna, creo que era una de las más grandes de este desierto. Me preguntaba; ¿Qué hacía aquí...? Era una pregunta que me hacía pero, bueno... Que más da...

-Buenas... Tardes-Murmuro leve al notar que una chica me saludaba, no me dí cuenta de su presencia. Hice una pequeña reverencia a modo de segundo saludo, mis padres me enseñaron lo que es la educación, cosa que últimamente aquí no hay mucho de ello. Al menos desde que se acabó la guerra.

-Liam M. Danyer, familia de nobles dragones. Encantado, señorita...-Murmuro con cara seria, esto cambió demasiado, ya nadie estaba en guerra, ser pacífico y no usar la violencia a no ser necesario fueron otra de las miles de cosas que mi padre me enseñaron. Nunca me quejaría de la paciencia y educación que mis padres me dieron.

-No tienes porque decir nada, Yiatxia...-Digo, esbozando raramente una diminuta sonrisa ladeada, casi inperceptible, pero se notaba si te fijabas, no era partidario a la felicidad, no si esta gente hubiese vivido en mi época, esto, definitivamente, cambió demasiado... Todo se volvió más pacífico, parecía que ya todo se arregló y ya no habían más enfrentamientos por parte de ninguna de las razas que habitaban este reino. Al poco se fijó como la chica ya no estaba. Su forma dragónica volvió a verse y marchar alzando el vuelo, alcanzando velocidades extremas.